3.3.09

Irisada

La madrugada fue apagando mis recuerdos. Oía de vez en cuando el sonido de las palabras y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños.


En estos días de ausencia volví

a la tranquilidad de la cama con un libro amante.

Desnuda comencé a recordarte de nuevo.



Ni siquiera hice el intento: "Aquí se acaba el camino- le dije-. Ya no me quedan fuerzas para más".
Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.


P.D. Sólo el escrito que está en medio es mío, lo demás de Rulfo narrado en su libro Pedro Páramo.

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